lunes, 29 de octubre de 2007

De hecho...

De hecho creo que aquella doctrina de la Teología de la Liberación es lo idóneo para nuestras latitudes.

Too good to be true

La primera vez que leí de ello fue en un libro de Rius, para no explicarle mucho los remito a la Wikipedia y descaradamente le doy copy/paste:


Algunas de las ideas de la Teología de la Liberación son:

  1. La salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica, como signos visibles de la dignidad del hombre.

  2. Eliminar la explotación, las faltas de oportunidades e injusticias de este mundo.

  3. Garantizar el acceso a la educación y la salud.

  4. La liberación como toma de conciencia ante la realidad socioeconómica latinoamericana.

  5. La situación actual de la mayoría de los latinoamericanos contradice el designio histórico de Dios y la pobreza es un pecado social.

  6. No solamente hay pecadores, hay víctimas del pecado que necesitan justicia, restauración. Todos somos pecadores, pero en concreto hay que distinguir entre víctima y victimario.

  7. Tomar conciencia de la lucha de clases optando siempre por los pobres.

  8. Afirmar el sistema democrático profundizando la concienciación de las masas acerca de sus verdaderos enemigos para transformar el sistema vigente.

  9. Crear un “hombre nuevo” como condición indispensable para asegurar el éxito de la transformación social. El hombre solidario y creativo motor de la actividad humana en contraposición a la mentalidad capitalista de especulación y espíritu de lucro.

  10. La libre aceptación de la doctrina evangélica, es decir, primeramente procurar a la persona unas condiciones de vida dignas y posteriormente su adoctrinamiento evangélico si la persona quiere.
Para el Vaticano, las falacias de la Teología de la Liberación son muchas:
  • 1 - Desde un punto de vista teológico, el análisis marxista no es una herramienta científica para el teólogo, que debe, previo a la utilización de cualquier método de investigación de la realidad, llevar a cabo un exámen crítico de naturaleza epistemológica más que social o económico.

  • 2 - El marxismo es, además, una concepción totalizante del mundo, irreconciliable con la revelación cristiana, en el todo como en sus partes.

  • 3 - Esta concepción totalizante impone su lógica y arrastra las "teologías de la liberación" a un concepto de la práxis que hace de toda verdad una verdad partidaria, es decir, relativa a un determinado momento dialéctico.

  • 4 - La violencia de la lucha de clases es también violencia al amor de los unos con los otros y a la unidad de todos en Cristo; es una concepción puramente estructuralista, para legitimar esa violencia.

  • 5 - Decir que Dios se hace historia, e historia profana, es caer en un inmanentismo historicista, que tiende injustificadamente a identificar el Reino de Dios y su devenir con el movimiento de la liberación meramente humana, lo que está en oposición con la fe de la Iglesia.

  • 6 - Esto entraña, además, que las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad reciban un nuevo contenido como "fidelidad a la historia", "confianza en el futuro", y "opción por los pobres" que en realidad les niega su sustancia teológica.

  • 7 - La politización de las afirmaciones de la fe y de los juicios teológicos lleva a la aceptación de que un hombre, en virtud de su pertenencia objetiva a1 mundo de los ricos, es, ante todo un enemigo de clase que hay que combatir.

  • 8 - Todo eso lleva a un clasismo intolerable dentro de la Iglesia y a una negación de su estructura sacramental y jerárquica, 'hendiendo al Cuerpo Místico de Cristo en una vertiente "oficial" y otra "popular", ambas contrapuestas caso reciente de Nicaragua).

  • 9 - La nueva hermenéutica de los teólogos de la liberación conduce a una relectura esencialmente política de la Escritura y a una selectividad parcial y mendaz en la selección de los textos sacros, desconociendo la radical novedad del Nuevo Testamento, que es liberación del pecado, la fuente de todos los males.

  • 10- También entraña el rechazo de la Tradición como fuente de la fe y una distinción inadmisible entre el "Jesús de la Historia" y el "Jesús de la Fe", a espaldas del magisterio eclesiástico».


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