Pero desde luego, no solo de alcohol vive el vago...
también de cafeína.
también de cafeína.
No le había encontrado uso, ya se lo hallé.
La calle de Orizaba cuenta con especiales recuerdos, en esa calle vivió William Burroughs y estaban las oficinas de el Gallito Comics, y al café de Carlos íbamos a cafetear el maese Víctor del Real cuando no íbamos al Café de Gabi's... ¿por qué les ponen esos nombres? Me acuerdo que dos días después de que mataron a Colosio caminábamos el Vic y yo al café de Carlos y ahí, en la Plaza Río de Janeiro especulábamos sobre lo que sucedía en el país, de esa charla salió buena parte del argumento de Operación Bolívar. En al café de Carlos acabamos de amarrar nuestras deschavetadas conjeturas, que ahora veo, no eran tan deschavetadas. En ese tiempo el café era un changarrito improvisado en un sótano junto al Instituto Tíbet, enfrente de una primaria, ya después se mudó enfrente de La Bella Italia.


Desde luego, huelga decir que el café es de pocamadre, además que la vista es relajante y estimulante a la vez. Verdes arbolitos del camellón nos traen paz y sosiego y bellas transeúntes hacen las delicias de parroquianos lascivos como yo, y me imagino que también habrá especímenes masculinos para que ellas echen taco de ojo. Tan bueno como un café en Bonnes Nouvelles en París, pero sin tanto pinche turista...
o quién sabe, nunca he ido al café de Carlos en temporada alta.
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